miércoles, 22 de abril de 2015

2147

Eran las 21:47. Estaba volviendo de Madrid.
No lo adornaré, ni llovía, ni hacia una noche estrellada. Pero aún así miraba por la ventanilla como de costumbre.
Ningún motivo especial, sólo quería dormir.
Estaba demasiado cansada. No físicamente, mi cabeza se tambaleaba, andaba por la cuerda floja, solamente le hacía falta un simple brisa para caer.
O el mundo no me entendía o yo no entendía al mundo, seguramente la segunda, seguramente hacía lo que podía, y seguro que nunca le era suficiente.
Aún así sobrevivía, vivía de esperanza, de esperar, de esperar a estar bien, a confiar.
Podía equivocarse al aguardar, de todas formas, hasta un reloj acierta dos veces al día.


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